La taberna del mar: Raj Mandir, el mejor cine de Asia

02 agosto 2006

Raj Mandir, el mejor cine de Asia

El Raj Mandir, es, según los entendidos, el mejor cine de Asia. En una zona extramuros de la rosada Jaipur, rodeado de montañas de basura donde las vacas rebuscan entre plásticos, el Raj Mandir llena el firmamento de luces de colores en las oscuras noches de las ciudades indias y atrae, como las polillas, a todo un enjambre de curiosos que se acercan a ver a los privilegiados que guardan cola – los hombres por un lado y las mujeres por otro – para conseguir alguna de las 1.200 entradas de las tres categorías: rubí, esmeralda y diamante. Una pizarra es actualizada a mano por un displicente empleado que borra y vuelve a escribir las butacas disponibles de cada clase, ante la desesperación de los últimos de la fila, que ven frustradas sus expectativas de pasar una noche entretenida. Porque el cine Raj Mandir es, indudablemente, entretenido.

Una vez conseguida una entrada de la clase diamante (la más cara) me adentro en un hall que haría palidecer de envidia a Walt Disney o Tim Burton: un espacio gigantesco decorado con enormes flores de loto invertidas de todos los colores, de las que surgen lazos y guirnaldas apabullantes, con escaleras de caracol por las que podría subir un ejército para contemplar las máquinas de cocacolas y palomitas, cuyos subproductos acuosos y grasientos se pierden en una moqueta espesa, espesísima, en la que temes quedar atrapado, que se levanta hacia el cielo en su unión con la pared y supura espumas y gargajos rojos de betel en las esquinas. Junto a los baños y en los rincones, el olor a amoniaco advierte de esa costumbre de los hombres indios de orinar en cualquier parte, agachados, como las mujeres.

Subo por una escalera con olores a restaurante chino hasta la puerta por la que supuestamente debo entrar. El acomodador dormita descalzo y sin camisa sobre un sofá de veinte metros de largo lleno de palomitas y vasos de plástico vacíos. La sesión anterior aún no ha acabado: una ensordecedora explosión advierte que el final de la película, como algunas de la industria de Bollywood, no será demasiado dulce (ayer vi por la televisión una que terminaba en boda, pero los novios y todos los invitados montaban en un autobús cantando y bailando hasta que éste perdía los frenos y se despeñaba por un barranco, no sin antes haber intentado ser detenido por el protagonista metiendo la cabeza bajo una de las ruedas. En fin).
El acomodador ronca, así que decido sentarme en el enorme sofá, advirtiendo el jolgorio que mi presencia ha causado en un grupito de ratas que juguetea al lado de un papelera y que me miran con ojos rojizos y codiciosos. Una de ellas incluso se pone de pie y hace monadas. El acomodador, que se ha despertado, se justifica ante mi espanto diciendo: “Mickey Mouse”. Y estoy en la clase diamante.

Acabada la sesión anterior, la siguiente empieza sin descanso. Las luces ni se encienden: un bullicio de entradas y salidas, gritos, lloros, risas, eructos y teléfonos móviles acompaña a la subida y bajada del telón, lo que además parece despertar a unos enormes murciélagos que hasta el momento me habían parecido lámparas rococó estropeadas colgando del techo. Su majestuoso vuelo se superpone a los títulos de crédito en la pantalla gigantesca, lo que parece fascinar a los espectadores que aplauden a rabiar. “¿Batman?”, pregunto al acomodador, que vuelve a su sofá sonriendo.

El cine es un verdadero espectáculo ¿pero algo en este país no lo es?: desde la religión al baño, de la comida al tráfico, de los mercados a la lluvia. La gente grita y ríe, y llora y se abraza y los móviles no paran de sonar y los chiquillos suben y bajan las escaleras, se asoman desde los palcos, se montan a horcajadas en las barandillas, se descuelgan desde las cortinas. Está prohibido pasar comida y bebida al cine pero, bajo las butacas, una enorme pila de restos de Big Mac, patatas y ketchup hace las delicias de Mickey Mouse y sus amigas, cuyos rabos grisáceos hacen gritar a los chavales cuando rozan sus pantorrillas. Mientras, Batman y los suyos han suspendido su majestuoso vuelo de reconocimiento y vuelven a descansar boca abajo colgados del techo.

La película es impredecible, parece de amor, pero luego es un musical, en cada canción se cambia de escenario y ropa más de diez veces, la acción trascurre en Delhi pero hay nieve y chalés y barcos lujosos de la Costa Azul, luego explota una bomba y el chico bueno ahora es terrorista de Cachemira y la chica guapa (que era ciega) ahora ve, y siguen las canciones y la gente las corea mientras bandejas con olor a Kentucky Fried Chicken circulan entre las filas de butacas y los niños berrean hartos de subir y bajar escaleras y de tirar caramelos pegajosos y pegotes de arroz desde los palcos. A las dos horas llega el intermedio. Ya ni sé de qué trata la película, podría ser que ahora apareciera Vishnú o Shiva y resucitara a los padres de la ciega, que habían muerto en un accidente de esquí acuático en el Ganges.

Es el espectáculo del cine, es la fiesta de la vida en La India, ese agradecimiento continuo a lo más simple, es el Raj Mandir de Jaipur, el mejor (y desde luego, el más divertido) cine del mundo.

16 Comentarios:

Anonymous Anónimo escribió...

Estuve en ese mismo cine y también compré una de las entradas más caras. Ni la sala ni el ambiente ni la película me parecieron tan extraordinarios. A los 15 minutos de comaenzar la película nos salimos aburridos de tanta literatura como habíamos digerido sobre el RAj Mandir de Jaipur. Supongo que para asistir a una sesión verdaderamente exótica y abigarrada de cine habrá que hacerlo en un cine que no sea "el mejor de Asia"

8/02/2006 09:57:00 a. m.  
Blogger hermes escribió...

Tal como lo relatas, me ha hecho estar contigo en el cine, hasta me ha parecido oler a amoniaco y restaurante chino y hundirme en la espesa moqueta.
Continua relatando tu esperiencia del viaje, por favor, parece que visitemos todos La India,

8/02/2006 10:00:00 a. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

Ganeshito, si todavía estás en La India, la película se llama "Fanaa" y yo fui un domingo a la sesion de las 9:30 de la noche.
De todas formas, seguro que cualquier otro cine también es estupendo.

8/02/2006 10:07:00 a. m.  
Blogger pon escribió...

Hombre de palabra.
Los rubíes van cayendo....

8/02/2006 11:12:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Todavía no estoy en India. La película que empezamos a ver iba de unos indios, hindúes y sijs, muy buenos que, en Suiza, se enfrentan a unos musulmanes muy malos y feos. La chica al principio parecía buena,(a partir de aquí es mera conjetura) luego se ve claramente que es mala de verdad, pero al final se arrepiente de todo, se convierte en la heroína, y se casa con el chico.

8/02/2006 11:46:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Estuve anteayer en un pase nocturno de película, en el frontón del pueblo, con toda la chavalería gritando...
¡menos mal que no noté ninguna cola grisácea de rata, restregándome la pantorrilla!

8/02/2006 11:53:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

No puedo evitar poner banda sonora a tu vívida
narración sobre lo que supone el cine en India(la
nación del mundo donde más cine se consume por persona
o metro cuadrado como se quiera ver) espectáculo
kitsch superlativo por ello alcanza casi lo sublime
por su surrealismo. Quizás la mejor película era la
que se rodaba en la sala de butacas y no la que se
proyectaba en la pantalla. Menos mal que saliste vivo
:-)Gracias por tu divertida crónica...

http://www.youtube.com/watch?v=2WL03Qa9CVU&mode=related&search=fanaa

http://www.youtube.com/watch?v=6Bz1NlW3WGE&NR

8/02/2006 12:00:00 p. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

Gracias oveja, GENIAL

Ahí va otra

http://www.youtube.com/watch?v=sOd8grq9FFI&mode=related&search=fanaa

8/02/2006 12:05:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

que increible de verdad... te leo y mi mente vuela y no paro de imaginar colores, tonalidades inmensas de color...

espero que nos cuentes mas

8/02/2006 01:04:00 p. m.  
Blogger un-angel escribió...

...creo que tal como lo cuentas el espectáculo se desarrollaba más en la sala que en la pantalla... me han fascinado los nombres de las categorías de las butacas... si desde tu posición privilegiada compartiste asiento con Mickey, Minnie y sus sobrinos, ¿no te entró curiosidad por bajar a la clase económica y ver el panorama por allí abajo?... cielo santo, y los batman pululando por las alturas, eso no tiene desperdicio. Me encantan las crónicas tan personales de tu viaje, gracias.

8/02/2006 07:03:00 p. m.  
Blogger pon escribió...

Preciosas fotos, además.

8/02/2006 10:23:00 p. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

la proxima vez no dudaré en ir a la clase económica

gracias por vuestros comentarios de ánimo

8/03/2006 07:57:00 a. m.  
Blogger M escribió...

Habré de llevar al Erario a sala tan pintoresca...
Un abrazo.

8/03/2006 07:02:00 p. m.  
Blogger Ana desde el Sur del Mundo escribió...

Cuántas sensaciones imprime tu relato... es increible. Aventuras, asco..., humildad, simpatía, admiración y, por cierto, un poco más de asco... pero maravilloso... es algo de lo que me fascino al leerte: las distintas realidades en las que estamos... da para hablar TANTO tiempo...

Por ahora, vuelvo a la espera, porque sé que tenés más para contar y yo, más para leer...

Besos, desde otra realidad, aquí, al Sur del Mundo.

8/04/2006 12:55:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Y mientras tanto 3 salas de cine se cierran en mi ciudad.
La salas Mikeldi, enblemáticas, cerradas el 1 de agosto. Quedan ya solo 3 grupos de salas en Bilbao, no más.
Jose Luis, cada una de tus palabras están pintadas de un color y brillan y brillan.

8/04/2006 02:10:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

! Que disfrute¡, gracias chico...

8/05/2006 10:10:00 p. m.  

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