Diecinueve poemas escritos en dos horas (17)
soporíferas veredas invernales
agonizando entre los platanales
sabiamente descubres
que tras el fulgor verdoso
de la jungla
me escondo,
que los cristales de la ventana
despiden un azulado reflejo
y que mi carne amoratada
por ese azul reflejo
está a la vez fría y caliente
muerta y viva
como esta tarde de diciembre.